LEANDRO FERNÁNDEZ DE MORATÍN

LA COMEDIA NEOCLÁSICA

miércoles, 18 de septiembre de 2013

LA COMEDIA NEOCLÁSICA

       


Los neoclásicos creyeron que su época estaba llamada a realizar, entre otras, una reforma de los usos y comportamientos sociales, y a configurar un nuevo tipo de ciudadano más solidario, más cívico y más feliz.
  • ·   Enseñar deleitando
   Para llegar a la mayoría, a la que es indiferente la instrucción, es mejor utilizar el tradicional procedimiento indirecto de enseñar deleitando: utilizar el arte o la literatura de modo que la enseñanza se adquiera involuntariamente. En una sociedad como la del XVIII existen dos medios tradicionales de comunicación de masas: el púlpito y el teatro (y empieza a imponerse un tercero: la prensa periódica). El teatro es escuela de moralidad, no sólo en el ámbito privado, sino también en el cívico, y por lo tanto es asunto directamente relacionado con la estabilidad social y el orden público.
Luzán lo expresa perfectamente en la epístola dedicatoria de La Razón contra la moda:

El auditorio que ve representar una comedia no puede lograr cumplido deleite ni conmoverse en los lances fingidos, ni aprovechar de la representación de aquellos casos, si no es mediante la ilusión teatral, que es una especie de encanto o enajenación que suspende por aquel rato los sentidos y las reflexiones y hace que lo fingido produzca efectos de verdadero. De aquí nace que los oyentes lloran, se entristecen, se enternecen, se apasionan, se ríen, como si lo que representa pasase realmente entre personas verdaderas y no entre cómicos que las imitan. Pero para que esto suceda así es preciso que el poeta y los representantes contribuyan cada uno por su parte a no deshacer la ilusión, antes bien a conservarla y fomentarla en toda la representación [...]
Es preciso que tengan verosimilitud los lances, constancia las costumbres, naturalidad la solución, propiedad el estilo y proporción la sentencia, porque a cualquiera de estas cosas que falte notablemente huye la ilusión, se manifiesta el poeta y el auditorio reconoce a la luz de la mala imitación el engaño y la ficción del teatro (1751, pp. [17] - [18], [25]).
  • ·  Verosimilitud y Decoro
   La verosimilitud es, para los neoclásicos, resultado de la imitación de la naturaleza en el sentido antes indicado; es requisito del asentimiento del receptor y por lo tanto del efecto didáctico del arte. Aplicada al argumento, requiere encadenamiento estructurado de los hechos y fundamento en las acciones de los personajes; aplicada al modo de ser de éstos, equivale al decoro; aplicada a la representación, exige las unidades.

  •  Las tres unidades

·         La unidad de lugar
   Dice Luzán en su Poética: "Es absurdo, inverosímil y contra la buena imitación que mientras el auditorio no se mueve de un mismo lugar, los representantes se alejen de él y vayan a representar a otros parajes distintos, y no obstante sean vistos y oídos por el auditorio. Consiste pues esta Unidad en que el lugar donde se finge que están y hablan los actores sea siempre uno, estable y fijo desde el principio del drama hasta el fin; y cuando poco o mucho no fuere uno y estable el lugar, será faltar poco o mucho a la Unidad. Supongamos que en una comedia el teatro, al principio, se finge ser una calle de Zaragoza; digo que el teatro ha de ser la misma calle por toda la comedia. Supongamos  ahora que lo que al principio fue, por ejemplo, el Coso, se finge después ser el mercado o la calle del Pilar; éste será un yerro contra la Unidad de Lugar, aunque muy ligero y perdonable. Pero si se finge después que lo que era calle del Coso es el Arenal de Sevilla o un palacio en la isla de Chipre o el monte Atlante en África, no habrá quien pueda sufrir tal absurdo "(pág. 464).

La unidad de tiempo requiere, en sentido estricto, que el tiempo imaginario de la acción y el tiempo real de la representación coincidan, de modo que el primero se limite a poco más de tres horas. En sentido amplio se admitían hasta 24, de acuerdo con la interpretación menos estricta del "giro del sol" mencionado por Aristóteles, e incluso 48.


" y supongamos asimismo que un poeta hace que de una jornada a otra pase más tiempo del que permite la regla de la Unidad de Tiempo, de modo que la persona que en la primera jornada salió niño o joven se vea después en la segunda o tercera ya hombre hecho o viejo decrépito [...] se desvanece la ilusión del auditorio, reconocen los espectadores que aquellos lances son representados y no verdaderos [...] De aquí procede que una ficción tan manifiestamente descubierta y una imitación tan desemejante de lo natural, mal ejecutada, no produce efecto alguno de los que debiera producir" (1751, pp. [20]-[21]).

   La unidad de tiempo (diez horas desde un atardecer al amanecer del día siguiente, donde la llegada simbólica de la luz del día trae consigo la claridad de la razón y el desenlace armonioso) no impide que, gracias a los diálogos, conozcamos los antecedentes de la situación, mediante analepsis indirectas en los parlamentos de los personajes.


La unidad de acción mantiene en el espectador cierta intriga y suspense, con momentos climáticos al final del primer y segundo actos. Con frecuencia el suspense proviene del hecho de que el espectador sabe más cosas que algunos de los personajes. La Unidad de Acción exige que esta sea única, unitaria (es decir, conste de una serie de hechos necesarios y coherentes) completa (con planteamiento, desarrollo y desenlace) y de un solo protagonista.
  •          Reglas menores
   Se deducen de los anteriormente expuestos, o que no fueron propugnados por el Neoclasicismo como leyes incuestionables; y, en fin, son cuestiones de menor cuantía.

a) No representar la violencia o la muerte en escena sino narrarla, ya que de otro modo se quiebra la ilusión o identificación del espectador, que es bruscamente devuelto a la realidad ("se manifiesta el poeta") al advertir que ni él ni los actores han sido realmente heridos o muertos.

b) Evitar los apartes. La razón de su inconveniencia la explica inmejorablemente Montiano, en el primero de sus Discursos (1750, pág. 62):

Otro [defecto] comunísimo en nuestros teatros, y que se opone a la verdadera imitación de la acción, es el hablar a parte los actores, estando otros delante, porque es inverosímil que no oigan lo que dicen, cuando lo escucha todo el auditorio
Luzán es tolerante al respecto. En El sí de las niñas hay algunos ejemplos, aunque se evita el abuso.

c) Dar al lenguaje claridad frente a los alambicamientos barrocos y no usar estrofas artificiosas, por ser lo uno y lo otro, tanto en tragedia como en comedia, inverosímil e indecoroso.

d) En cuanto al número de actos, aunque la tradición preceptiva imponía cinco, el peso de la costumbre española hizo a nuestros neoclásicos admitir tres e incluso dos.

 e) Finalmente, se consideraba conveniente que la escena nunca estuviera vacía, salvo en fin de acto, y que el número de personajes hablantes no fuera superior a tres.

d) Distinción entre tragedia y comedia

Para el Neoclasicismo, tragedia y comedia son dos formas dramáticas perfectamente delimitadas que no admiten entre sí híbridos
La comedia ha de ser de asunto inventado y contemporáneo, y reflejar las tribulaciones de personajes positivos pero no excelsos, que triunfan frente a otros negativos o viciosos, pero no moralmente monstruosos ni desaforados. Son todos ficticios, socialmente bajos (lo que llamaríamos pueblo y clase media) y correspondientes al espacio y tiempo del espectador; el efecto didáctico se produce por la ridiculización de los vicios de los personajes negativos, y el hecho de que sean susceptibles de ridículo y risa indica bien a las clara su corto alcance y poca gravedad. Oigamos de nuevo a Luzán:

Lo que más importa en las comedias es que la virtud se represente amable y premiada, y el vicio feo, ridículo y castigado, porque de ahí resulta el aprovechamiento del público.La comedia [...] es una representación dramática de un hecho particular y de un enredo de poca importancia para el público, el cual hecho o enredo se finja haber sucedido entre personas particulares o plebeyas con fin alegre y regocijado, y que todo sea dirigido a utilidad y entretenimiento del auditorio inspirando insensiblemente amor a la virtud y aversión al vicio, por medio de lo amable y feliz de aquélla y de lo ridículo e infeliz de este.
e) Principio de economía dramática: nada de elementos superfluos ni de excesos: pocos monólogos y apartes, pocos personajes, lenguaje moderado y coloquial familiar; todo ello para conseguir la verosimilitud, tan apreciada por los neoclásicos. Todos los elementos cumplen su función dramática: la ventana (entrevista final), la jaula del tordo (al golpeada Simón, se precipita el desenlace.












  OTRAS OBRAS

LA COMEDIA NUEVA O EL CAFÉ






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