LEANDRO FERNÁNDEZ DE MORATÍN

LA COMEDIA NEOCLÁSICA

LOS PERSONAJES




En el póstumo "Prólogo" a sus obras teatrales publicado en 1830 recalca sus principios clasicistas al equiparar los elementos estructurales con la caracterización en la constitución de una comedia. Afirma con respecto a la intención de sus obras: "Resultan puestos en ridículo los vicios y errores comunes en la sociedad mediante la disposición de la fábula y la expresión de los caracteres. En cuanto a estos, conviene que algunos sean ridículos, pero todos no, porque sin esta contraposición no aparecen a la deformidad en toda su luz, ni existiría la necesaria degradación en las figuras, que tocadas con diferente fuerza deben quedar subalternas a la que se presenta como principal". Pero añade además la importancia de que algunos sean cómicos o ridículos

 Los personajes, y las relaciones entre ellos, están bien perfilados y resultan creíbles. Intervienen en la acción siete , todos ellos perfectamente caracterizados.


 Don Diegode 59 años de edad es el personaje que desencadena la acción porque está comprometido con doña Paquita, mucho más joven que él. Se le puede considerar el verdadero protagonista de la obra y representante de la razón. Se debate entre el sentido común que le hace ver la diferencia de edad que media entre él y la novia, y el afecto puro y sincero que siente por Francisca. Es un hombre recto y comprensivo que insiste cada vez en que se deje hablar libremente a la joven  que deplora la hipócrita educación que le han dado a Francisca, que es una muchacha sana y honesta, pero que ha recibido una formación que la obliga a reprimir sus deseos y obedecer sin réplica a su madre. 


   Don Carlos está algo más desdibujado. Su actitud comedida no parece muy acorde con el amor que dice tener a Francisca, pero puede explicarse por el respeto y cariño filial que siente hacia su tío. Don Carlos es el personaje que más críticas negativas ha recibido, sobre todo por su actitud sumisa ante don Diego lo que contrasta con su carácter de aguerrido militar. René Andioc, para quien estas críticas parten de un error de enfoque, siguiendo una línea ya iniciada por Joaquín Casalduero, ha explicado magistralmente dicho cambio de actitud del personaje. Moratín no pretende presentar uno de los típicos galanes de las comedias del Siglo de Oro, sino un nuevo galán ejemplar que sea capaz de dominar sus pasiones en nombre del respeto debido al principio de autoridad. Moratín presenta personajes como deben ser, no como son. Y en el contexto de la comedia, Carlos debe actuar sumisamente para demostrar que con los hijos más respetuosos es contraproducente abusar de la autoridad.

 Doña  Paquita no es tan inocente e infantil como cree su madre, que intenta anular la personalidad de su hija con su actitud un tanto chantajista, interesada y en exceso autoritaria, ridiculizada por su histerismo y sus ansias de gloria (siempre hablando de sus matrimonios y de sus distinguidos parientes). Don Carlos también respeta la autoridad de su tío y tutor, don Diego, que lo trata con paternalismo, pero su relación es más sincera y franca. Sorprenden un poco los términos en que dialogan, al quedarse a solas, los dos enamorados, ya que, aunque cariñosos, resultan un tanto formales y no denotan un gran apasionamiento. 


 Doña Irene, con su egoísmo disfrazado de amor maternal está dispuesta a imponer a su hija un matrimonio que no desea, es la única que se caricaturiza, es el carácter cómico de la obra. Para ella se trata de una simple colocación que le asegure el bienestar de su vejez.  Los criados con su juego apoyan la comicidad de la madre, o bien hacen que la acción no se mantenga en un plano patético-sentimental. Paquita sólo al comienzo (I, 2 y 3) tiene que mostrar su gracia para ofrecer el contraste entre la vida ñoña del convento y la fuerza de las pasiones en la juventud defectos de la mujer, a los cuales para mantenerlos en un nivel cómico no se les permite que adquieran ni la dimensión ni la fuerza de vicios.  (Para un análisis detallado del personaje pincha aquí).

Se ha insistido mucho en los aspectos negativos de la madre, pero Moratín supo introducir una nota dramática cuando en una retrospección, recupera un triste pasado, similar al que le espera a su hija:
DOÑA IRENE.-   Lo que sé decirle a usted es que aún no había cumplido los diecinueve años cuando me casé de primeras nupcias con mi difunto don Epifanio, que esté en el cielo. Y era un hombre que, mejorando lo presente, no es posible hallarle de más respeto, más caballeresco... Y, al mismo tiempo, más divertido y decidor. Pues, para servir a usted, ya tenía los cincuenta y seis, muy largos de talle, cuando se casó conmigo.
[...]
 DOÑA IRENE.-   Pues a eso voy... Ni a mí podía convenirme en aquel entonces un boquirrubio con los cascos a la jineta... No señor... Y no es decir tampoco que estuviese achacoso ni quebrantado de salud, nada de eso. Sanito estaba, gracias a Dios, como una manzana; ni en su vida conoció otro mal, sino una especie de alferecía que le amagaba de cuando en cuando. Pero luego que nos casamos, dio en darle tan a menudo y tan de recio, que a los siete meses me hallé viuda y encinta de una criatura que nació después, y al cabo y al fin se me murió de alfombrilla.
[...]
DOÑA IRENE.-   ¡Hijos de mi vida! Veintidós he tenido en los tres matrimonios que llevo hasta ahora, de los cuales sólo esta niña me ha venido a quedar; pero le aseguro a usted que...
También ella se casó con hombres muy mayores, que no llegaron a criar a sus hijos porque ya no tenían edad para hacerlo y se murieron. Es como una anticipación de lo que le espera a la propia doña Paquita.

La peripecia de estos cuatro personajes está secundada por tres criados: Simón, Calamocha y Rita, que actúan de confidentes. Su funcionalidad está clara, pues a través de sus diálogos se nos dan a conocer datos importantes, como analepsis indirectas.Los criados ocupan un lugar sólo relativamente importante dentro de la comedia. Salvo tal vez en el caso de Rita, carecen de un protagonismo propio y suelen realizar funciones estructuralmente necesarias: servir de enlaces entre sus amos, de los que a menudo son confidentes para, de esa manera, informar indirectamente al espectador de lo que ha sucedido o de lo que piensan los protagonistas. 

Desempeñan un papel más secundario que en el teatro barroco, pero tienen su importancia en la trama, avisando y ayudando a sus señores, sobre todo Rita, que sirve de confidente a Paquita. Entre ella y Calamocha se intercambian diálogos picantes, en un registro lingüístico más popular, que recuerda al gracioso del teatro barroco. Simón, como criado de edad, es un hombre de bien que aconseja prudentemente a su amo. Rita, por el contrario, actúa más como amiga o cómplice de doña Francisca (incluso se burla de doña Irene a sus espaldas). Tiene su contrafigura en Calamocha, el "hombre de travesura", algo apicarado, que ayuda a su amo a conseguir lo que se propone. De los criados deriva parte de la comicidad de la obra, en especial de este último.

 La construcción de los personajes se realiza sobre la base de los tipos que al autor le proporciona la poética del género. Tipo y personaje constituyen realidades distintas, aunque en los textos pueden coincidir. El tipo es general, abstracto, pertenece a la obra particular; y puede estar diseñado, o no, sobre la base de un tipo o de varios tipos diferentes que en él pueden confluir. El tipo queda definido por una serie de rasgos generales de caracterización y una serie de funciones recurrentes, en las que todo un grupo de agonistas similares llegan a coincidir. El personaje creado sobre el tipo tiene las características y las funciones de éste último, pero puede tener también otras específicas que no se identifican con las de aquél, distintas a las suyas, que no son necesariamente recurrentes, que son propias y peculiares del agonista que figura en cada texto en particular. El personaje tiene sexo concreto. Es masculino o femenino. El tipo no siempre. El sexo puede conferirse en el proceso de conversión del tipo en personaje. El personaje tiene, o puede tener, nombre propio. El tipo tiene sólo nombre genérico y generalizador.

Los tipos funcionales que detectamos en la comedia de buenas costumbres española son los que detallamos a continuación.
  • El galán, que suele ser joven, bien parecido, valiente, atrevido, leal, inexperto, activo, enamoradizo y enamorado, no egoísta ni interesado, sensato. Entre sus funciones se encuentran el servir de medio para desarrollar el tema de las relaciones paternofiliales, del honor, de la educación. Forma el triángulo amoroso que sirve para articular la acción de la comedia. Sobre este tipo se formaría el personaje de don Carlos.
  • La dama. Es joven, hermosa, discreta, recatada, pasiva, obediente, fiel, racional. Puede refrenar los impulsos apasionados del galán. Ella sirve para desarrollar, junto al galán, el tema de las relaciones amorosas, el de las relaciones paternofiliales, la educación, los matrimonios desiguales. Contribuye a la creación del triángulo amoroso y es uno de los ejes, como el galán, sobre los que se construye la acción. Sobre la base de este tipo se forma el personaje de doña Francisca.
  • El entrometido puede ser joven y bien parecido. Es egoísta, interesado, cobarde, activo. Crea el triángulo amoroso, complica la acción, forma el enredo, provoca la aparición de conflictos. Contribuye al desarrollo del tema de las relaciones amorosas. En El sí de las niñas don Diego es, parcialmente, de forma muy débil, de carácter casi sólo funcional, un entrometido dulcificado y despojado de la carga más negativa, de la  maldad, que suele tener el tipo. En La Petimetra, de Nicolás Fernández de Moratín, don Damián se formaría sobre este tipo.
  • El criado es un tipo sobre el que se pueden crear personajes masculinos o femeninos. Suele estar preocupado por su bienestar físico y material, por el dinero. Es experimentado, aunque no siempre se alude a su edad, juicioso, sensato, leal, buen consejero. Forma personajes de diálogo, con lo que facilitan a otros que expongan sus ideas, sus preocupaciones, sus intenciones... Es narrador, transmisor de noticias, introductor y presentador de personajes. Suele ser buen consejero. A veces introduce  comicidad, aunque nunca como el gracioso del teatro barroco. Forma pareja con su señor, y, en ocasiones, puede entrometerse en la vida y los asuntos de los demás. Rita, Simón y Calamocha se crean sobre este tipo.
  • El viejo forma personajes masculinos. Muestra interés por el matrimonio, por casarse, pero con mujeres más jóvenes que él. Es adinerado. Tiene edad avanzada y suele tener achaques físicos. Es insensato, egoísta, autoritario, celoso, tacaño, testarudo, irracional. Es tipo negativo. Forma triángulos amorosos. Contribuye a la creación y desarrollo del nudo. A veces provoca la aparición de momentos cómicos. Plantea el tema de los matrimonios desiguales y el de la libertad de las hijas para elegir esposo. Introduce crítica social y crítica moral. Don Diego se forma parcialmente sobre este tipo.
  • El padre puede dar lugar a personajes masculinos o femeninos. De él no se hacen caracterizaciones físicas. Suele ser maduro y viudo o sin pareja. Puede ser positivo, y entonces es sensato, buen consejero, generoso y carente de egoísmo, buen educador y preocupado por la formación y educación de los hijos, juicioso, experto, bien curtido por la edad. En este caso se encuentra don Diego con respecto a don Carlos. Puede ser negativo, con lo cual demuestra los rasgos contrarios a los que acabamos de mencionar. Es el caso de doña Irene con respecto a doña Francisca. Entre sus funciones se encuentra la introducción del tema de las relaciones paternofiliales, de la educación de los hijos, de la imposición del matrimonio a los hijos. A través de él se introduce didactismo, pues se rechazan sus comportamientos, si es negativo, o se pone como modelo de actuación, si es positivo.
  • El tutor no tiene caracterización física. Suele ser maduro. Se puede transformar en personaje masculino o femenino. Así sobre el tutor se crea el personaje de doña Clara, la tía de doña Pepita, en La señorita malcriada, de Tomás de Iriarte. Es juicioso, buen consejero, dotado de autoridad, racional, sensato, preocupado por la educación, lleno de buenas y claras ideas. Su función principal es ser el transmisor de  doctrina. Resuelve conflictos. Introduce el tema de la buena educación de los hijos. Critica comportamientos. A través de él se introduce la justicia poética, el didactismo y la tesis que la comedia puede contener. En El sí de las niñas don Diego encarna este papel
 De los tipos, a veces, se puede dar una versión positiva, o crear, sobre los caracteres contrarios a la versión positiva, una versión negativa. Así, puede haber una dama indiscreta, desobediente, irracional, falta de recato, como acontece con la protagonista de La señorita malcriada, de Tomás de Iriarte.


    Es normal que un personaje se construya no sólo sobre un tipo sino sobre varios a la vez. Se hace uso, así, de una técnica de sincretismo. El personaje se comportará con rasgos y con funciones de un tipo u otro según sea la situación en la que se encuentre en cada momento. El caso de don Diego es un perfecto ejemplo de esta situación como más adelante tendremos ocasión de comentar. Todos los personajes de El sí de las niñas se han formado sobre tipos. 

En cuanto a la forma de presentarlos, la definición de personajes ausentes en boca de otros es habitual. Así, el público está prevenido en contra o favor de unos u otros y ellos, con su actuación, corroborarán o no lo que se ha dicho. Por ejemplo, al comienzo de la obra conocemos lo que don Diego piensa que es doña Paquita, que cree un dechado de humildad, recogimiento, sumisión - lo que se consideraba el ideal de esposa de la época. Esto contrasta con la actitud que después veremos en ella. Lo mismo sucede con don Carlos, visto como militar aguerrido y condecorado al principio por Simón, que acabará mostrándose sumiso ante las órdenes de su tío.